Es un país de jade. Alberga cuatro parques nacionales que contienen las cumbres más elevadas y los bosques más altos de Nueva Zelanda.
, marzo de 2014
Jeff Mahuika se inclina de repente. Entre los miles de cantos rodados que pisamos, ha visto algo que a mí se me escapa. Con sumo cuidado agarra una piedra por el borde y la retira del montón de grava. Es una lasca de pounamu, es decir, piedra verde, o jade. Cuando la pone a la luz, el sol le arranca destellos verde grisáceos.
Me la da y acaricio su superficie, alisada por la fuerza del río. «La tradición de nuestro pueblo prohíbe quedarse con el primer hallazgo –dice –. Te lo regalo.» Mahuika es maestro tallador de piedra verde. Así que se la devuelvo y le digo: «Si le haces un agujero, llevaré este pounamu colgado al cuello a modo de vínculo con este lugar».
Te Wahipounamu, la tierra del jade. En 1990 esta franja del sudoeste de Nueva Zelanda fue declarada Patrimonio de la Humanidad en reconocimiento a sus cuatro parques nacionales y a las zonas interconectadas de territorio protegido. De todos los espacios naturales de mi país, este es el que visito con más frecuencia, para respirar su aire de montaña, vadear sus ríos, recorrer sus bosques y embeberme de su presencia.